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El cerebro adolescente: la aportación de las neurociencias para entender mejor sus conductas y contribuir a su desarrollo saludable

10 minutos

En los últimos años, el estudio de las neurociencias nos ha permitido conocer mejor el desarrollo del cerebro en el ser humano y, muy especialmente, en lo referente a los cambios profundos que se producen en los y las adolescentes. Este aspecto nos alumbra sobre la idiosincrasia propia de esta etapa evolutiva, de esta etapa de transición a la vida adulta con múltiples e intensas transformaciones en numerosas esferas (cognitiva, social, emocional, etc.).

Cuando pensamos en la adolescencia es frecuente mostrar ideas negativas hacia ella: crisis, impulsividad, inseguridad, insatisfacción, conductas de riesgo (drogas, comportamientos violentos, trastornos de la alimentación, etc.), pensamientos irracionales, etc. Sin embargo, si comprendemos la vorágine que se está produciendo en el cerebro adolescente es probable que nuestra visión pueda verse mejorada y podamos empatizar y aceptar que muchas de sus conductas son lógicas, necesarias y adaptativas para poder atravesar la etapa y convertirse en una persona adulta sana.

¿Qué estructura cerebral tenemos?

Nuestro cerebro está dividido en dos hemisferios especializados en conductas y funciones distintas y conectados por una tercera estructura, el cuerpo calloso, que los conecta. La zona izquierda es la principal responsable del lenguaje, de la escritura, de la memoria, del pensamiento lógico-matemático, de los aspectos racionales, realistas o prácticos. El hemisferio derecho, por su parte, está focalizado en lo emocional, en lo creativo, en lo intuitivo o en las experiencias y vivencias a nivel personal. Además, nuestro cerebro está dividido en tres alturas, como si fuera un edificio. En la planta baja nos encontramos con las estructuras cerebrales más primitivas y que desempeñan funciones básicas en el ser humano como la respiración, el latido del corazón, el sueño, el hambre o reacciones innatas como la huida ante un peligro. En la zona intermedia localizamos la planta más emocional encargada de regular nuestras respuestas afectivas ante las distintas situaciones y circunstancias que experimentamos, siendo importante su influencia en el aprendizaje y en la memoria. Por último, en la planta alta, en el “ático cerebral” hallamos las estructuras más evolucionadas, que tardan más en desarrollarse y que despliegan funciones como el pensamiento, la toma de decisiones razonada y responsable, la imaginación, el control emocional o la empatía.

La clave del proceso de maduración cerebral, del neurodesarrollo, es lograr que ambas partes del cerebro y las tres “plantas” se coordinen de una manera equilibrada, en definitiva, que trabajen en equipo, como un buen sistema en red.

Y… ¿Cómo es el desarrollo cerebral en las personas?

Hoy sabemos, gracias a los avances de la comunidad científica, que el cerebro cambia a lo largo de toda la vida y no solo en la infancia como se creía anteriormente. Al final de esta etapa evolutiva, el cerebro alcanza su tamaño definitivo pero su estructura se sigue modificando en los años posteriores y, por tanto, sigue perfeccionándose y evolucionando.

Es la estructura más incompleta cuando llegamos al mundo. Nuestro cerebro, en el momento del nacimiento, cuenta con un número de neuronas abundante ya que durante la gestación en el útero se generan neuronas de modo muy intenso y este proceso se mantiene hasta la adolescencia. Sin embargo, las conexiones entre las neuronas son limitadas. La creación de dichas conexiones se producirá gracias a los estímulos con los que interactuamos, a las sensaciones que vamos experimentando y a las diversas y numerosas vivencias que incorporamos en nuestra trayectoria vital. Estos elementos facilitarán la activación conjunta de las neuronas que permitirá, a su vez, desarrollar nuevas conexiones neuronales. La estructura básica cerebral heredada junto con las experiencias que sumamos en la vida pueden permitirnos lograr un cerebro equilibrado, integrado, que trabaje como un gran equipo interconectado.

Se ha descrito un patrón de desarrollo del cerebro humano en función de la edad cronológica de la persona, aunque, evidentemente, cada cerebro madura a un ritmo ligeramente distinto.  Los lóbulos parietales, responsables principales de la coordinación del movimiento, son los primeros que maduran. Posteriormente, lo hacen las áreas cerebrales que procesan los estímulos sensoriales y a partir de ahí la zona temporal y frontal implicadas en lo cognitivo y lo emocional. El neurodesarrollo finaliza en la corteza prefrontal involucrada en el control de los impulsos, la toma de decisiones, la planificación y el juicio.

Hemos de tener presente que hay diferencias en el proceso de maduración del cerebro entre hombres y mujeres. Hay cambios en lo referente al desarrollo de las distintas áreas cerebrales. Por ejemplo, en el caso de las mujeres, las zonas de la corteza prefrontal encargadas del control del riesgo, de la impulsividad, de la agresividad o del procesamiento del lenguaje maduran antes que en los varones. Sin embargo, en ellos maduran previamente las zonas relacionadas con lo espacial.

¿Qué le ocurre al cerebro adolescente?

El proceso de maduración cerebral es ordenado y comienza en las zonas de la nuca y finaliza en las de la frente, es decir, no todas las zonas cerebrales avanzan al mismo ritmo, tampoco en la adolescencia. En esta etapa, aún no han evolucionado totalmente los sistemas que integran las emociones con las decisiones más racionales. Se encuentra más desarrollado el sistema límbico, centrado en el procesamiento de emociones y en la recompensa de estas. El fin último será que, al finalizar la adolescencia, el cerebro haya logrado la suficiente madurez para tomar decisiones juiciosas, planificadas y con sentido crítico, inhibir conductas de riesgo y la impulsividad y mejorar en la interacción social.

Además, el cerebro adolescente tiene sobreabundancia de neuronas, pero la interconexión entre ellas, las sinapsis, son escasas. Está en desarrollo, inmaduro y, por tanto, no está aún preparado para la vida adulta.

En la adolescencia se produce una poda neuronal intensa, una selección, es decir, se reduce el número de neuronas y las sinapsis. Se eliminan aquellas neuronas y conexiones que no se utilizan de acuerdo con la experiencia. En esta etapa evolutiva el cerebro se reestructura (unas áreas cerebrales crecen y otras se reducen) por la poda neuronal. Además de la poda se aumenta la mielina, esa envoltura que recubre las membranas entre las neuronas interconectadas. Esto facilita la transmisión del impulso eléctrico con más rapidez y, en definitiva, favorece que la información fluya de manera más ágil y sincronizada.

La mielinización y la poda neuronal son claves para lograr un cerebro coordinado, con conexiones más precisas y eficientes, es decir, un cerebro integrado. Son procesos necesarios para las siguientes etapas que la persona experimentará en su vida.

Otro elemento distintivo en la adolescencia es que se produce un aumento de los circuitos que utilizan la dopamina, neurotransmisor (sustancia química con la que se comunican las neuronas) clave en lo relativo a la gratificación. Hay una mayor liberación de dopamina y esto se relaciona con la atracción hacia experiencias estimulantes y novedosas, con la excepcional receptividad hacia la recompensa y las actividades que les generan placer o con las reacciones intensas y desorbitadas frente al fracaso y al éxito; elementos muy característicos en los y las adolescentes. Pero no solo hay que considerarlo como factor que influye en poder desplegar conductas de riesgo sino también en contar con un pensamiento más creativo e imaginativo como una oportunidad para la innovación y el aprendizaje.

No podemos olvidarnos de la importancia de las hormonas en esta etapa evolutiva. La concentración de algunas de ellas se incrementa notablemente en la adolescencia lo que influye considerablemente en el/la joven. Destacamos cómo en las chicas los estrógenos activan la producción de dopamina (relacionada con la gratificación) y de oxitocina (regula el estrés y produce seguridad) y la sinergia entre ambas vincula las conexiones sociales con sensaciones gratificantes, de recompensa. De ahí que, en la adolescencia, la exclusión por parte de su grupo de iguales pueda generar reacciones muy dramáticas. En los chicos, el aumento intenso del nivel de la testosterona les empuja a no desear de igual modo las relaciones sociales comparándolo con las chicas. Ellos buscan el contacto social que implique, fundamentalmente, actividad física, (deporte) o sexo. Además, la vasopresina (hormona relacionada con la competitividad e independencia) está muy presente en los varones e influye de modo notorio en sus conductas.

Otra hormona que cobra un valor especial en la adolescencia es la melatonina. Sabemos que es fundamental para inducir el sueño y en el caso de los y las adolescentes se cuenta con más melatonina, permanece más tiempo en el organismo y se libera unas dos horas más tarde que en las personas adultas. Todo esto ayuda a entender por qué a los/las adolescentes les cuesta conciliar el sueño, madrugar y duermen más horas. Pero, además, es un aspecto imprescindible para su desarrollo ya que a través del sueño se refuerza lo aprendido y el cerebro selecciona la información experimentada más relevante. Además, durante el sueño se mantienen determinadas sinapsis, se eliminan otras y se refuerzan los procesos de pensamiento. En pocas palabras, el aprendizaje y la necesidad de sueño están íntimamente relacionados.

Aunque nos quedan por conocer numerosos aspectos del cerebro humano y, por supuesto, del adolescente, los conocimientos de las últimas décadas nos ayudan a entender mejor sus comportamientos y a planificar actuaciones más favorables con nuestros/as jóvenes.

De acuerdo con todo lo expuesto ahora, ¿qué pautas familiares podemos desplegar para contribuir al buen desarrollo cerebral en la adolescencia?

  • Informarse como progenitor de los cambios que se desarrollan en la adolescencia incluyendo lo relativo al mundo cerebral.
  • Empatizar con tus hijos/as adolescentes. Están viviendo una gran revolución cerebral, emocional, social, etc.
  • Propiciar experiencias y sensaciones positivas en diversos ámbitos (ocio, relaciones sociales, familiares, etc.) ya que les permitirá incorporarlas y crear nuevas conexiones cerebrales que promoverán un desarrollo más equilibrado, más sano.
  • Favorecer que pongan palabras a aquello que han sentido ya que de ese modo potenciamos la parte más madura y evolucionada del ser humano.
  • Realizarles preguntas que inciten a la comprensión de hechos y a conocerse mejor, en definitiva, a conocer mejor su mundo exterior e interior.
  • Permitir que tomen decisiones y resuelvan conflictos ya que promovemos el desarrollo cerebral de la zona prefrontal, la encargada de funciones cognitivas complejas.
  • Darles pocas instrucciones y claras. Su capacidad de atención o para finalizar tareas están aún limitadas. Si les damos muchas órdenes será fácil que no las puedan cumplir y podrán surgir conflictos intrafamiliares y la inseguridad por su parte como personas con conductas ineficaces.
  • Realizar preguntas sobre otras personas para que puedan pensar cómo se sienten y, en definitiva, desarrollar empatía.
  • Facilitar el movimiento y ejercicio físico ya que ayudan a contactar con el cerebro superior dejando en segundo plano las conductas impulsivas y el descontrol emocional.
  • Promover ambientes familiares que posibiliten la conciliación del sueño y permitir que duerman más horas. Se estará reforzando el aprendizaje.
  • Posibilitar una alimentación saludable con el fin de no sobreestimular sus sistemas de recompensas, prevenir la impulsividad y potenciar procesos cognitivos y conductuales saludables.
  • Marcar límites y normas para poder regular y controlar la parte emocional, que se encuentra más desarrollada en la adolescencia.
  • Ayudarles a tener planes de futuro que posibiliten la programación y la toma de decisiones razonadas.

 

Conocer cómo funciona el cerebro de un/una adolescente nos puede ayudar a comprender mejor sus conductas, incluidas las de riesgo, sus pensamientos y sus emociones y a acercarnos a ellos y ellas con una visión empática.

Entender la adolescencia como una etapa de oportunidades para crear personas adultas sanas, independientes y socialmente adaptadas resulta esencial para ayudarles en su proceso de maduración, aceptando que aún están en proceso de aprendizaje y de neurodesarrollo. Su cerebro aún está en construcción.

También hemos de considerar que nuestra actuación podrá ayudarles a recorrer esta fase del ciclo vital individual en mejores condiciones, en base a las experiencias que les podemos ofrecer y que irán incorporando, ya que estas influirán de modo significativo en su desarrollo neuronal y como persona única.

 

Susana Piedra, psicóloga y técnica del programa Prevención de Conductas de Riesgo en Niños, Niñas y Adolescentes de UNAF

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Susana Piedra

Susana Piedra es psicóloga con amplia experiencia en docencia y en intervención psicosocial en el campo de la psicología, especializada en diversidad familiar con enfoque de género.  Actualmente es coordinadora de proyectos de Diversidad Familiar, Mediación y Prevención de Conductas de Riesgo en niños, niñas y adolescentes en la Unión de Asociaciones Familiares – UNAF, donde impulsa el reconocimiento y atención a distintos modelos familiares con una perspectiva de género, a través de la parentalidad positiva y las técnicas de mediación.    Con una amplia trayectoria profesional y formativa, posee sólidos conocimientos teóricos respaldados por la experiencia directa en la atención, formación y sensibilización.  

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