¿Es posible separarse o divorciarse sin lanzarse los trastos a la cabeza? ¿Y prevenir conflictos de convivencia en una familia con adolescentes? La respuesta a estas preguntas puede ser la mediación familiar, fórmula aún minoritaria pero al alza en Navarra, consistente en prevenir y resolver conflictos familiares con la intervención de una persona mediadora -imparcial y neutral- que ayuda a la pareja o la familia a dialogar y alcanzar acuerdos.
“Se trata de abrir vías de comunicación constructiva entre los miembros de la familia que no se están entendiendo para que entre ellos y por ellos mismos tomen decisiones o lleguen a acuerdos que les permitan evitar o salir del conflicto en el que están sumidos“, explica Magaly Marrodán Pascual, presidenta de Asociación de Mediadores de Navarra (Amedena).
Para beneficiarse de esta nueva forma de afrontar tensiones familiares, que se basa en los principios de voluntariedad, transparencia y respeto mutuo, se puede acudir tanto a recursos públicos como privados.
- El Gobierno de Navarra dispone de un servicio de mediación que el pasado año abrió 176 expedientes, de los que trabajó 136 casos, con un alto porcentaje de acuerdos, el 83,82%, superior a la media que maneja el sector, un 80%.
- Y si se opta por el sector privado, cada vez son más los profesionales y centros que lo nutren en la Comunidad Foral, los precios oscilan entre los 100 y los 150 euros por sesión.
Los conflictos que pueden abordarse a través de mediación familiar son dispares y si bien la fórmula es conocida para casos de ruptura de parejas no lo es tanto para otro tipo de circunstancias, como hermanos que discrepan sobre si llevar a sus padres a una residencia o cómo realizar los turnos para cuidarlos, parejas en las que la llegada del primer hijo convulsiona la familia, ajustes en hogares con hijos procedentes de matrimonios anteriores o situaciones conflictivas entre padres e hijos adolescentes.
La duración de un proceso de mediación depende de cada caso, pero lo habitual son las sesiones semanales o quincenales, de una hora y media o dos horas. La media para un divorcio se sitúa en cinco o seis sesiones, ocho en el caso de las parejas con conflicto muy elevado. “Un proceso de mediación privado para un divorcio, que pasa obligatoriamente por el juzgado si hay menores, lo que hace necesarios un abogado y un procurador, podría venir a costar alrededor de 2.500 o 3.000 euros, incluidas las tarifas del abogado y el procurador“, explica la presidenta de Amedena. “No es caro para el trabajo de calidad que se hace y el tiempo que se invierte. Es un precio asumible, en cambio el coste emocional de enquistar un conflicto es siempre muy alto. Un proceso de este tipo no es algo que se haga todo los días, de ahí que hacerlo bien sea muy importante“, argumenta.
Las ventajas
Las ventajas de la mediación son varias, entre ellas, el menor coste emocional y acuerdos realistas y duraderos.
“Al hacer una labor de comunicación, de ponerse en el pellejo del otro y ver por qué cada uno quiere lo que quiere, las personas empiezan a entenderse en ese espacio seguro que es la mediación, dejan de estar a la defensiva y empiezan a pensar qué les interesa a los dos, es decir, pasan de posiciones a intereses. A partir de ahí, todo funciona. Nadie gana y nadie pierde, los dos ganan, aunque uno ceda en una cosa y otro, en otra, puesto que lo hacen queriendo y sabiendo la razón“, aclara Marrodán, quien destaca que esto se traduce en un mayor grado de cumplimiento de los acuerdos alcanzados durante un proceso “que devuelve a las partes su responsabilidad y protagonismo”.
Otra de las ventajas de esta fórmula es la mejora del diálogo. “Empiezan a poder a hablar y entenderse, con lo cual, si en un futuro surge cualquier dificultad, y habiendo niños eso va a suceder seguro, ya tienen esa herramienta adquirida para comunicarse y difícilmente precisarán otra vez del mediador y menos de un abogado“. “Y, sobre todo -destaca-, las relaciones no se destruyen, se recuperan. No digo que vayan a volver a ser amigos, pero hay una relación de respeto y de saber qué quieren, con lo cual eso funciona“.
Y la ventaja definitiva según los expertos es que los grandes beneficiados de la mediación son los hijos. “Dejan de vivir en una situación de conflicto, ven que sus padres se entienden y la salud mental de estos niños no tiene nada que ver con la de aquellos que están siempre en conflicto, aunque sus padres estén separados y a veces ni los vean juntos“, apunta. “Si entras en el ámbito judicial, puedes pasar años ahí , se acrecienta muchísimo el conflicto y los hijos son los paganos. He visto personas arruinadas económica y psicológicamente por divorcios y niños con trastornos graves, con alteraciones de la atención o depresiones, sobre todo en casos de divorcios muy mal llevados. Es para pensarlo“, reflexiona.
Precisamente esta dimensión sanitaria de los conflictos familiares fue una de las cuestiones abordadas recientemente en las Jornadas de Pediatría organizadas por la Asociación Navarra de Pediatría (Anpe). “Los centros de salud y los profesionales sanitarios son prescriptores de la mediación familiar. ¿Dónde se destapan estos conflictos? Muchísimos de ellos, en la consulta. Una persona puede acudir con dolor de cabeza o cualquier otro síntoma de malestar y, si el médico tiene interés, puede descubrir que un problema físico resulta ser un síntoma de algo emocional“, explica la mediadora, una de las invitadas al encuentro. “Tanto pediatras como médicos de Atención Primaria son grandes prescriptores en el sentido de que están continuamente con personas que somatizan conflictos y si conocen este tipo de servicios pueden ayudar derivando a los pacientes“, explica. De hecho un 9% de los casos del servicio foral proceden del ámbito sanitario.
Casos difíciles
La dificultad de la mediación es variable. “Las situaciones más complicadas son aquellas en las que ha habido violencia, cárcel, órdenes de alejamiento… todo eso deja un huella muy fuerte. Se llega a solucionar, pero hace falta más tiempo“, comenta. También son complejos los casos en los que un miembro de la pareja quiere separarse y el otro no. “Hay una persona que ya ha hecho una especie de duelo antes siquiera de decir a la otra que se quiere separar. Están en una parte del proceso muy diferente y cuesta porque hay que aunarlos para caminar juntos“, sostiene.