El ser humano pasa la vida contándose historias. La historia de cómo soy y la de cómo debería ser. La historia de que debes comportarte “como una señorita” y la historia del “estilo de vida saludable”. Todas estas historias nos las contamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y es que el diálogo con nosotros y nosotras mismas es una parte de lo que nos caracteriza como seres humanos.
Nos pasamos el día hablando con nosotros y nosotras mismas, pero ¿de dónde vienen esas historias? ¿De dónde viene esa historia en la que soy el perdedor o la ganadora? ¿Y esa historia en la que mi hijo o hija debería ser rebelde por ser adolescente?
Estas historias las vamos incorporando a lo largo de nuestra vida en base a nuestras experiencias y relaciones con las demás personas y con el contexto. Ser conscientes de esto, nos da la posibilidad de revisar estas historias y tomar decisiones al respecto. Esta historia que me cuento sobre cómo debería ser mi familia… ¿De dónde viene? ¿Quién me dijo que una familia tenía que ser así? ¿Me sirve de algo contarme esta historia día tras día?
Las voces familiares tienen mucho peso en las historias que nos contamos. Estas voces hacen referencia a lo que nos han dicho nuestros familiares más cercanos a lo largo de nuestra vida, y están a su vez atravesadas por los mandatos sociales y culturales de cada momento histórico. El rol que tengo que desempeñar como madre y como padre, las expectativas que tengo sobre mis hijos e hijas, sobre cómo deberían ser… todas estas historias están relacionadas directamente con nuestras experiencias y las diferentes voces que hemos ido escuchando a lo largo de nuestra vida.
Cuando una familia tiene hijos/as adolescentes y surgen conflictos, las historias familiares y sociales cobran mucha fuerza y se vuelven muy rígidas. “Mi hijo debería hacer lo que yo diga porque soy su padre”. “Mientras viva bajo mi techo cumplirá mis normas”. “Ya tiene 14 años, debería dejar de comportarse como un niño/a”, son algunas de las historias que se cuentan los padres y madres de adolescentes. En muchas ocasiones, estas historias dificultan la comunicación, polarizando las posiciones y desencadenando el conflicto intergeneracional.
Ser capaces de reflexionar sobre las historias que nos contamos, flexibilizarlas y buscar historias alternativas, nos ayuda a sentirnos mejor y a ser capaces de enfrentarnos a los conflictos cotidianos de la mejor manera posible.
En el servicio de mediación para familias con hijos/as adolescentes de UNAF, ofrecemos un espacio en el que dar cabida a todas estas historias, reflexionar sobre ellas y encontrar otras historias alternativas que contarnos, con el objetivo de resolver los conflictos y llegar a acuerdos, así como favorecer el desarrollo saludable de sus miembros.
“Cada vez que ofrecemos una pregunta, estamos generando una posible versión de la vida” Epston
Inés Alonso Apausa. Psicóloga del Servicio de Mediación para Familias con Hijos e Hijas Adolescentes de UNAF