Tal y como comentamos en el post “La mediación familiar como herramienta de prevención de la violencia filio-parental”, podemos definir la Violencia Filio-Parental (VFP) como “el conjunto de conductas reiteradas de agresiones físicas (golpes, empujones, arrojar objetos), verbales (insultos repetidos, amenazas) o no verbales (gestos amenazadores, ruptura de objetos apreciados) dirigida a los padres o a los adultos que ocupan su lugar”. (Pereira, 2006).
Al no ser un hecho que surja de un día para otro, creemos que la mediación intergeneracional es una herramienta muy potente para prevenir que la familia llegue a estas situaciones, que ya requerirían de un abordaje terapéutico.
Para ello, es importante conocer en profundidad su tipología, los factores que la activan y una propuesta de gestión cuando surja.
Tipos de violencia
Es importante diferenciar entre dos tipos de violencia (Carpara y Pastorelli, 1996):
– Por un lado, la violencia reactiva, que podemos ver en la mayoría de adolescentes en algún momento, que es de tipo afectivo-impulsivo y se da en momentos de irritabilidad o sufrimiento (ej. Ante la angustia inherente a ciertos momentos evolutivos en la adolescencia). Es una respuesta defensiva ante lo que se percibe como una amenaza, donde después aparece inmediatamente el miedo al castigo y la necesidad de ser perdonado y reparar el daño hecho. Este tipo de violencia puede ser abordada desde la mediación familiar.
– Y por otro lado, la violencia instrumental, dirigida a la obtención de algún beneficio, sin una provocación previa y normalmente acompañada de una falta de empatía. Toda violencia instrumental comenzó siendo reactiva, y acompañada de sufrimiento en el o la menor, a la que no se supo dar una respuesta adecuada
La mediación familiar en familias con hijos/as adolescentes va a tratar de ayudar a los padres y madres a ser contenedores de las emociones de sus hijos/as, a generar ambientes validantes, propiciando que se den respuestas adecuadas, y que hagan de estos episodios de violencia reactiva episodios pasajeros dentro de la historia familiar.
Factores que activan la violencia filio-parental
Los episodios de violencia reactiva pueden ser una respuesta a diversos factores, tales como el stress evolutivo o un malestar externo a la familia. Este tipo de episodios de violencia reactiva ocurren ocasionalmente en la mayoría de los adolescentes y su permanencia en el tiempo va a depender de la respuesta a los mismos.
La mayoría de las familias dan una respuesta adaptativa al momento vital en que se encuentra el adolescente, una respuesta que tiene en cuenta el malestar que se encuentra detrás de ese comportamiento.
No obstante, algunas familias son incapaces de leer el malestar y la angustia evolutiva asociada a la conducta del menor, y su reacción genera un ambiente invalidante para su hijo/a, y que va a propiciar, en ciertos casos, un paso de la violencia reactiva, esporádica y síntoma de un malestar, a la violencia instrumental.
Claves para gestionar la violencia filio-parental
Como indica Micucci, “El recurso más poderoso para ayudar a una persona a cambiar son las relaciones en las que participa”. Nos encontramos entonces que el/la adolescente podrá modificar su conducta, o no, según la respuesta de su entorno.
Micucci, al hablar del ciclo sintomático del control y el conflicto, explica cómo cuando un adolescente, en un estallido de ira o irritabilidad, falta el respeto a sus progenitores, o golpea algún objeto, etc. los progenitores se quedan atrapados en la conducta, y no traducen el malestar y la angustia que acompaña el acto. Se centran en eliminar dichas conductas, manteniendo una percepción sesgada de otros aspectos del menor, así como dejando de lado otras relaciones dentro de la familia; de esta manera, el adolescente, y no lo que hace, acaba siendo “el problema”.
Esto le hace sentirse incomprendido, a los padres frustrados ante sus intentos fracasados de modificar la conducta de su hijo, y creando una desconexión y distanciamiento entre ellos. Este contexto no hace sino incrementar la angustia del menor, y en ocasiones la violencia se convierte en el antídoto y la expresión de la misma.
La mediación familiar tiene la posibilidad de quebrar este ciclo en sus comienzos a través del fomento del diálogo, promoviendo una escucha no reactiva y desalentando el control.
Asimismo, la mediación va a permitir a los progenitores alejarse de patrones educativos heredados, rígidos, y que no les va a permitir adaptarse a las necesidades y singularidad de sus hijos, y propiciando un ambiente regulador y validante.
Autor: Gregorio Gullón, responsable del Servicio de Mediación entre Padres, Madres e hijos/as adolescentes